jueves, 12 de febrero de 2015

TODOS POR EL MEDIO AMBIENTE!

Unos tres mil científicos repartidos por todo el planeta conforman el equipo humano que da cuerpo al Panel Intergubernamental de Cambio Climático que asesora a Naciones Unidas. Periódicamente publican los resultados de la puesta en común de todas sus investigaciones en los distintos puntos del globo y, una tras otra, sus conclusiones han venido manteniendo una misma línea argumental empíricamente contrastada: la Tierra se calienta rápidamente a causa del patrón energético que alimenta el crecimiento económico global o, lo que es igual, el hombre es el culpable de la aceleración del ciclo climático. La Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992 fue incapaz de alumbrar un acuerdo de mínimos para conjurar los riesgos del cambio climático, ello pese a que ya por entonces abundaban los informes de expertos que alertaban sobre el peligro de no actuar. Hubo de esperarse hasta el año 1997 para que en Kyoto se habilitase un protocolo a modo de guía de buen gobierno, pero que no entraría en vigor hasta 2005. Aún así fueron muchos los países que no se adhirieron al mismo. La ciencia se estrellaba una y otra vez contra el muro de los intereses económicos. Nicholas Stern fue el primer economista que elaboró en 2006 un informe por encargo del Gobierno del Reino Unido sobre los costes de la inacción. Era la oportunidad para que aquellos que no habían querido escuchar el lenguaje de los climatólogos, pudiesen aproximarse al fenómeno en su propio idioma, el de los intereses financieros. Aquello supuso un enorme avance en el debate con los climaescépticos; se trataba de hacer números, el gran escollo que hasta entonces había bloqueado las recomendaciones de los expertos. Por su parte, los negacionistas siguieron instalados en su propia verdad. Copenhague fue un jarro de agua fría sobre las expectativas de avance que se habían puesto en esta Cumbre; más allá de la retórica, eran escasos los gobiernos que llevaban escrita la acción climática en su agenda de prioridades. De hecho en muy pocos países el cambio climático forma parte del núcleo de políticas de Estado.Pero parece que algo se mueve. Obama ha elevado sus políticas climáticas al rango de asunto de seguridad nacional (no olvidemos que EEUU no es firmante de Kyoto), y ha sellado con China un compromiso conjunto de reducción de emisiones. Aunque quizás las señales más esperanzadoras llegan de Hollywood y del Vaticano. Arnold Schwarzenegger esta patrocinando una superproducción plagada de estrellas para concienciar al planeta sobre las consecuencias del cambio climático, y el Papa Francisco avanza una encíclica sobre la responsabilidad del hombre en la destrucción del medio ambiente.

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